Estimado lector ¿se ha dado cuenta que en el Perú y en el
extranjero los políticos hacen su campaña electoral mintiendo y engañando a la
gente impunemente? Dicen una cosa en la campaña electoral y hacen lo contrario cuando gobiernan.
Todos sabemos que los políticos con el fin de llegar al
poder mienten, pero antes las mentiras eran muy pocas. En estos tiempos la cantidad
de mentiras que los políticos dicen en sus discursos o declaraciones públicas
es tal que uno queda saturado y atontado.
Si bien es cierto que la mentira no es vista con buenos ojos
por nadie, en el caso de los políticos casi se asocia a su quehacer político, pero no sé
porque la sociedad es más condescendiente
con ellos y con el paso del tiempo se olvidan, quedando el político “perdonado”
y socialmente apto para postular de nuevo a otro puesto político y así
continuamente. Lo peor de todo es que la gente sigue creyendo y votando en el
que ya le ha mentido antes.
Recuerdo mucho que Alan Gracia Pérez en su campaña electoral
decía no al TLC (Tratado de Libre Comercio) en contraposición al entonces presidente
Alejando Toledo, pero cuando llegó al poder no dudo en firmar cualquier TLC que
se le ponía en frente. Lo mismo dijo Ollanta Humala cuando era candidato y
ahora, arrepentido, firma los TLC siguiendo el ejemplo de García.
Las promesas electorales incumplidas no son exclusividad de
nuestro país. Por ejemplo si repasamos las campañas electorales españolas
veremos que Felipe Gonzales, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano
Rajoy han incumplido sus promesas y muchas veces han hecho todo lo contrario.
Parece ser que, no sólo en el Perú, sino que en casi todo el
mundo, le cinismo político tiene una patente de corso. Asimismo, la sociedad es
permisiva con los políticos mentirosos. La experiencia me ha impulsado a pensar
que, ambos, los mentirosos y mentidos han hecho un pacto hipócrita.
Muchas promesas electorales pueden ser incumplidas si es que el político pues en plena campaña era ignorante de algunos hechos importantes,
pero al llegar al poder, ahora con acceso a información, alguna de ella
privilegiada o secreta, se da cuenta de su error. Pues en ese caso debe
explicar a sus electores el cambio de rumbo que le ha dado a su promesa.
En el caso que el político sabiendo que no puede cumplir con
su promesa la lanza con el solo fin de ganar la elección, ese sería un caso de
cinismo inaceptable y de una sinvergüencería colosal.
¿Qué se espera de un político que sea un mentiroso descarado?
¿Qué sea un buen y juicioso gobernante? ¿Qué
combata la corrupción? Nada de eso. La sociedad debería estar asustada y
temerosa cuando un político mentiroso la gobierne. El accionar de ese político será socavar la democracia y hundir a
la sociedad que dice defender llevándola a un caos y corrupción sin límites
.
.
Los que tienen “permiso para mentir” son los escritores, en
especial los de ficción. Irónicamente, un escritor el ahora premio Nobel Mario
Vargas Llosa cuando competía con Fujimori en su campaña del 90 decía que era necesario un cambio radical en la economía, no mintió. ¿Se acuerdan? Los del APRA hicieron
un spot televisivo de muy mal gusto mostrando el supuesto “shock”. Fujimori se
oponía al llamado shock. Cuando ganó Fujimori lo primero que hizo es aplicar el
famoso shock. Resultado: ganó el que mintió.
La mentira en los procesos electorales descaradamente e impunemente usada por los políticos
debe erradicarse y la sociedad repudiar y excluir del entorno político a ese
personaje mentiroso. Es necesario recuperar nuestra
capacidad de indignarnos ante estos
hechos, así como es tiempo de recordar a todos que los valores si importan, de
lo contrario tendremos gobernantes indeseables y gobernados que toleran gustosos
las malas artes de política, llevando al país a la quiebra económica y de sus
valores fundamentales.
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