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martes, 16 de febrero de 2021

Otra crisis moral peruana: el caso de las vacunas

 

Rabia, desilusión, desanimo, defraudado, ya no se puede confiar en nadie.  Cuando creíamos que habíamos tocado fondo con el gobierno cleptómano de Fujimori y Montesinos, vino otra avalancha de gobiernos corruptos, el cínico y alcohólico de Toledo, los narcoindultos y otras perlas (como la del oxígeno) de Alan, el par de buenos para nada de Nadine-Humala, el inescrupuloso lobista de Kuczynski, el mentiroso compulsivo de Vizcarra, todos ellos “aceitados” por la empresa Odebrecht (extranjera) y el club de la construcción (nacional), por citar solo dos. Uno se pregunta ¿por qué nos pasa eso? ¿qué hemos hecho los peruanos?

 

Pero pensando bien, era lógico que tenía que ocurrir en una sociedad que festeja la “viveza criolla”, al “vivo” que se cuela en la fila, el profesional que elude pagar impuestos, el banquero “dueño del Perú” que cobra tasas de usura a sus clientes, el vecino que roba cable, ese que engaña a su pareja, el que compra libros piratas, aquel que copia en los exámenes, ese que usa software barato en Wilson, el que baja libros, diarios, revistas artículos de Internet sin pagar, el que no devuelve el dinero prestado, los que no pagan el mantenimiento de su condominio, el promotor de una Universidad chicha que se enriquece a costa de sus estudiantes, el estudiante que pagando su pensión cree que le da derecho a aprobar sus cursos, etc, etc, etc. Esa misma sociedad condena, avergüenza y llama sonso, lorna y hasta cojudo al que cumple las normas y tiene comportamiento ético.  

 

¿Qué hacemos ahora? Reconstruir nuestra sociedad, pero antes debemos reflexionar y cambiar nosotros. Si no cambiamos nosotros, no podemos cambiar a la sociedad, pues de nada servirá hacer un tuit furibundo y rasgarse las vestiduras por los corruptos gobernantes peruanos  desde una PC que usa software pirata y encima roba Internet al vecino.

 

Lo más triste es que la ciencia peruana ha sufrido un gran golpe, porque ese estudio clínico de la vacuna no cumple los estándares de ética que uno espera. El hecho de que los mismos investigadores y personal durante el estudio clínico se haya puesto la vacuna en estudio ya es grave (hay sesgo) y ni hablar que se lo den a personas que no fueron voluntarias que de haberse descubierto alguna respuesta grave a su salud los estarían poniendo en grave riesgo, con el agravante que hay un clásico tráfico de influencias.

 

Si los responsables del estudio de la vacuna de Sinopharm, tras el estudio de fase tres y su aprobación estatal, hubieran enviado los sobrantes al Minsa  y ellos aplicasen el proceso de vacunación oficial, otra sería la situación. Pero, eso no ocurrió, porque señores y señoras estamos en el Perú.