Acabo de leer el libro de Rolando Arellano y David Burgos que trata de los cambios ocurridos en nuestra capital del típico limeño debido a la migración de provincianos.
Yo que he vivido en la llamada Lima Conurbana (Lima Este) durante casi toda mi vida he visto y vivido muchos de los cambios que han ocurrido. Una particularidad no mencionada en el libro es que los habitantes de Lima Conurbana ocupan su vivienda no cuando la terminan, como sí lo hacen los de Lima Central, sino que apenas tienen un espacio basta una estera, unos plásticos, unas maderas y listo, ya la “casa” está ocupada. A medida que van progresando económicamente, van construyendo, ponen la columnas, el piso, luego el techo, y así a punta de trabajo, remodelan su casa y la mejoran hasta llegar a la casa de 3 o 4 pisos de material noble.
Paralelamente a la construcción de la casa van poniendo los servicios básicos de energía eléctrica, agua y desagüe. El teléfono, Internet y cable vienen después. Esto no siempre es así, en mi caso tuvimos desde los años 70 energía eléctrica y teléfono, pero no agua ni desagüe que llegaron a fines de los 80 y comienzos de los 90.
Luego de la casa ya se preocupan de las veredas y posteriormente de la pista, para lo cual el trabajo ya es de un grupo de vecinos y no por esfuerzo familiar, como es el caso de la construcción de la vivienda. Si los vecinos están unidos y son trabajadores logran, presionando a las autoridades y “poniendo de la suya”, obras como los servicios básicos, veredas y pistas.
Asimismo, he notado que muchas personas de Lima emigran por temporadas al sur a zonas como Lunahuaná o al centro como Cieneguilla o a Asia. Antes la gente iba Chosica. Asimismo, cuando estuve en el extranjero la mayoría de los peruanos con los que me encontré eran de la Lima Conurbana.
En el libro se pone un ejemplo muy ilustrativo de cómo realiza la compra el nuevo limeño. Según el libro, no busca lo más barato, sino la calidad. Con lo poco o mucho que tiene, compra el bien que sea de mejor calidad. Si tiene presupuestado; por ejemplo, 60 soles para comprar zapatos, él buscará por todas las tiendas aquella que le venda el mejor zapato cercano a ese precio. A diferencia de muchos gobiernos regionales o municipios, que licitan obras buscando lo más barato, el neolimeño busca calidad. Por ejemplo, muchas veces se ha visto que las licitaciones de carreteras las ganan empresas que realizan un pésimo trabajo con materiales de la peor calidad. Esa carretera no durará mucho, tras unos años o incluso meses, nuevamente se tienen que volver a construir y otra vez se comete el error de licitar por precios, no por calidad. De esa manera se gasta más de lo que se debería.
De esto se han dado cuenta los limeños. Si compro un zapato por 40 soles, pero me dura solo unos meses y luego tengo que volverlos a comprar y gastar otros 40 soles, prefiero la alternativa de gastar 60 soles por un buen calzado que sé que me va a durar unos cuantos años. En este último caso, en el global, gasto menos.
Un caso típico de un producto que ha mejorado su calidad es el vino. Antes me acuerdo que era muy difícil entrar vinos de calidad y su compra era todo un albur. A veces era bueno, otra malo. En Acho podrías haber encontrado una variedad de precios y de calidad, pero una marca de vino que en una temporada era buena, en la otra era pésima. Ahora ya no. Si compras un vino como Tacama, Queirolo o Tabernero, sabes que son buenos, de calidad, sea este año o el otro.
No pasa lo mismo con el arroz peruano. A pesar de ser de marca, no todas las temporadas salen igual. Algunas veces, unas rinden más que otras, en otras los cocinas igual, pero te sale diferente. No tienen un estándar del producto final.
En el libro menciona el estilo de vida y su influencia en los movimientos de los limeños de una zona a otra. Ponen como ejemplo el caso de unos chicos que no los dejaron entran a un centro comercial por su vestimenta. Es cierto. Hay personas (excluyendo la parte de prejuicio racial) que nunca irían a una discoteca tan sólo porque tienen una vestimenta no acorde con los asiduos asistentes a esa discoteca, a pesar de tener más dinero que ellos.
En una parte del libro se hace énfasis al prejuicio que se tiene (o tuvo) cuando se segmentó socioeconómicamente a los limeños en niveles tipo A, B, C, D ó E y se creyó que lo pobres son del C para arriba del alfabeto, con el sambenito de que eran tipos descuidados, irresponsables con su dinero, sucios, nada preocupados por el futuro de sus hijos, socialmente marginados, que era pobre porque quería ser pobre, que vivía en la miseria porque así lo quería él.
Las transformaciones sociales y económicas más relevantes se han notado en la llamada Lima Conurbana. Si observan bien la diferencia entre Magdalena del Mar y San Juan de Lurigancho de los años 70 a esos mismos distritos en la actualidad, verán un notable y significativo cambio en este último distrito.
La contribución de Arellano es darse cuenta que la clasificación de limeños por niveles A, B, C, D ó E era equivocada. Ahora postula su segunda versión de la clasificación de los limeños según los estilos de vida cuantificándolos por porcentaje del año 2009: sofisticados (7,7%), progresistas (20,8%), modernos (25,3%), adaptados (19,8%), conservadores (19,1%) y resignados (7,2%).
Esta clasificación de Arellano se puede aplicar a otras ciudades, ya que es más una agrupación de características humanas que una segregación por zonas geográficas o económicas. En promedio hay seres humanos que son progresistas, conservadores, etc., sin importar cuánto ganen, incluso en aquellas sociedades selváticas donde el dinero no existe.
Un caso especial son los casinos. Los ves en Lima Central y en Lima Conurbana, ya que el ímpetu por apostar lo tienen en mayor o menor medida todos los seres humanos. Siempre habrá algunas personas que son ludópatas y se irán a la ruina por pasar su vida en los juegos de azar, que en Lima, por falta de un control y reglamentación, no son de azar. He escuchado historias de gente, tanto de Miraflores como de Comas, que se ha ido a la quiebra por ir desenfrenadamente a los casinos.
El libro la Ciudad de los Reyes, de los Chávez, de los Quispe… es muy recomendable de leer para entender algunos de los cambios que han ocurridos en Lima. Un punto a mejorar por los editores son los cuadros, cuyos gráficos de barras con la leyenda no son fáciles de visualizar, ya que la tonalidad de negro no basta. Es mejor poner barras con mallas, puntos u otra forma de hacerlas distinguir mejor.
1 comentario:
Estimado Profesor:
Un cordial saludo. Espero se encuenttre bien.Favor siga con su importante labor, pues es un ejemplo de lo que deebn ser todos los docentes. Las poca sveces que puedo leer su pagina me resulta muy interesante y amena.
Gracias y saludos
RARV
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