La Asamblea Nacional de Rectores oficializó por Resolución Nº 234-2009-ANR el 11 de julio como “Día del Docente Universitario”.
Para unos está bien, para otros es otra perla más de nuestro folclórico país. Pues un docente universitario como yo piensa que no es necesario que se cree un día del docente universitario, sino más bien que el gobierno peruano reconozca su labor. ¿De qué manera? Apoyándolo en su mejora continúa, en darle subvenciones para: cursar estudios de postgrado, editar e imprimir sus libros, asistir a los congresos y otros eventos científicos, investigar y comprar libros y revistas.
En la actualidad el docente de las universidades nacionales está mal pagado. Su sueldo es insuficiente para capacitarse, tan sólo le alcanza para comer y vestirse. No se le puede pedir mucho. Urgentemente necesita que se le apoye decididamente.
Debido a los bajos sueldos, la mayoría de los docentes de las universidades nacionales trabaja en dos o tres lugares más, porque mantener una familia con ese sueldo es imposible. Por ello, la dedicación de muchos docentes a la universidad es muy baja. Solo van cuando tienen que dictar cursos, no departen con los alumnos, no realizan investigación, no participan en las comisiones universitarias, no apoyan las labores no lectivas ni las administrativas.
Los bajos sueldos también desalientan a los jóvenes excelentes profesionales que prefieren irse a la empresa y no seguir en la universidad como docentes.
Así que lo mejor es reconocer el valor que tiene un docente universitario apoyándolo a ser mejor, de lo contrario nunca acabaremos con el circulo vicioso que lleva a una mala formación de los futuros profesionales peruanos.
1 comentario:
Comparto su opinión. Otro "saludo a la bandera", un simple engaña muchachos que no soluciona nada y es que así como los docentes, muchos profesionales (por tocar solo un sector de la población "económicamente activa") está muy mal pagado. Fruto de un auge económico levantado sobre las espaldas de miles de trabajadores mal pagados, con jornadas laborales interminables y con una vida dedicada solamente a servir a los dueños de empresas que ni siquiera son las nuestras y si lo son, peor, pues los peores empleadores son los connacionales. Lástima, que esto suceda en un país plagado de gente ingeniosa cuyo talento siempre es vencido por el día a día, por esa primaria necesidad (aún no superada) de buscar para comer.
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