Cuando converso con muchos amigos, escucho quejas sobre sus jefes (jefes, gerentes, directores, coordinadores, supervisores, etcétera.) que ellos tienen. Muy pocas veces me dicen que tiene un “buen jefe”.
El crear y mantener un buen ambiente laboral es responsabilidad del jefe y de los empleados. Si el ambiente es tenso, el trabajo se realizará ineficientemente y con desgano. Asimismo, la salud de los trabajadores será afecta por el estrés laboral.
Muchos son los defectos de sus jefes que relatan mis amigos, algunos de ellos son: es un inepto, hago todo el trabajo y él se lleva el mérito, me da miedo hablar con él, no resuelve los conflictos laborales, no sabe tomar decisiones, nunca lo vemos, el solo firma, nos hace trabajar en exceso, no nos ayuda en el trabajo, toma decisiones equivocadas, le echa la culpa de sus errores a los demás, no evalúa mi desempeño de manera justa, sólo ayuda a su “manchita”, nunca nos felicita por el buen trabajo realizado, no incentiva a trabajar mejor, mis iniciativas y sugerencias no son tomadas en cuenta y otras por el estilo.
Recuerdo un caso en que el dueño había designado a su hijo como gerente de producción. Este nunca se encontraba en la empresa, pero si estaba en alguna playa de Lima y por las noches en las discotecas. Los empleados lo llamaban por teléfono muy temerosamente para decirle: “por favor, no se vaya a molestar, pero lo necesitamos en la empresa”.
La primera pregunta que salta es ¿por qué sucede esto en el Perú? Esto nos lleva a preguntarnos ¿qué criterios se toman para designar un jefe? Allí creo está el problema. Los jefes, en general, son designados de la manera más irresponsable y arbitraria que existe. No se sigue una metodología (hay muchas) para su designación. Tampoco se los evalúa adecuadamente.
Da la impresión que muchas veces los jefes son elegidos porque son amigos o parientes de los dueños o accionistas, por cuestiones políticas, por tener buen “floro”, por ser el más “ayayero” o por su hoja de vida impresionantemente inflada. No toman en cuenta la habilidad para resolver problemas, tomar decisiones, crear un ambiente de trabajo armonioso y creativo, que sepa cuál es el “negocio”, que actúe de manera justa, en fin todo lo bueno que se espera de un jefe.
En estos años de crisis financiera es crítica la elección del jefe en las empresas peruanas, ya que, hasta ahora, un buen jefe es un avis raris en el Perú y no debería serlo en un país que requiere con urgencia una industria altamente competitiva y no depresiva.
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